El chico de los ojos grises

Cuando entré a ese McDonald's extremadamente pequeño para la zona en la que se encontraba, ya esperaba que me miraran. A mi no, a mi gorra. No es por ser superficial, pero era preciosa. Yo misma me quedaría observándola si la llevara otra persona. Tal como haría cualquier adolescente normalita y con popularidad bastante deficiente, escondí los ojos tras mi teléfono evitando el contacto visual con un grupo de muchachos en las mesas del exterior. Aunque iba a ser imposible de evitar, porque también, como haría cualquier chica heterosexual, yo disfrutaba de mirar a las bellezas locales. Qué hay más encantador que unos británicos rubios barra pelirrojos de ojos claros? Así que levanté la vista por unos instantes, haciendo como que me apartaba el pelo de la cara. Sentí las miradas en mi gorra unos instantes, que luego se apartaban. Pese a que parezca patético, aprecié realmente que gastaran el registro de su pupila en mí. No estaba acostumbrada a que ningún joven se preocupara de algo que tuviera que ver conmigo.
Pero algo me llamó la atención. Tardé dos segundos en darme cuenta de que un par de ojos grises miraban los míos. No para arriba, en la gorra. Me sorprendió tanto que volví a posar la vista en aquella mesa llena de chicos. Hasta yo misma me desconcerté del descaro que mostré, tan extraño en mí. Allí estaba, y me miraba. Entonces lamenté no vivir allí ni tener un respaldo de amigas (ligeramente más feas que yo, para resaltar) para saludar y conocerlos. Tampoco creía que me atreviera. Aquel cruce de miradas no llamó la atención de nadie, solo lo supimos nosotros.
Mientras esperaba por el menú con mi familia, la mayoría de los amigos del chico de los ojos grises se fueron, dejándolo a él y a otro muchacho más en la mesa. Pude ver como se giraba en la silla para mirar al interior del local, donde estaba yo. La gorra no era tan espectacular como para recibir esa atención. Hasta sentí celos de ella (sí, de la gorra. En estos casos podéis daros cuenta del retraso que tengo), porque sin la visera habría pasado del todo desapercibida. Luego pensé que a menos que el chico de los ojos grises tuviera un fetiche extraño con las gorras que aparentan ser una marca cuando en realidad las venden los pakistaníes en mercados a un tercio del precio de la original, la única otra conclusión posible era que me miraba a mí.
Soy de emocionarse fácil. Después de otras dos o tres discretas miradas que conectamos, y que nadie percibió, supe lo guapo que era. Ese anónimo tendría, como poco, tres años más que yo, pero, a quién le importaba? Yo parezco mayor de lo que soy, y mientras él no lo supiera no había problema alguno. Aunque si que existían ciertos puntos difíciles en nuestra historia de amor de quince minutos. El primero, cómo iba a hablar yo con el teniendo a mi padre y hermano pegados a los talones? Segundo, no sabía ni qué idioma hablaba. Tercero, qué le iba a decir? 'Hola, me has mirado y me voy a sentar a tu mesa a acosarte?', 'Buenas tardes, puedo acoplarme con tus amigos mientras mi familia mira?' o 'Ya sé que solo nos conocemos de respirar el mismo aire en un local de comida rápida, pero quiero tu número'. Cual era la más adecuada para causar una buena impresión, pareciendo femenina y agradable aunque sin agobiarlo, como dicen las revistas? Si yo hubiera sido otro tipo de persona, me habría buscado cualquier excusa para hablarle, pero yo no. Soy de esas que se lo guardan prácticamente todo en su mente.
El chico de los ojos grises, aunque me era un completo desconocido, tenía los ojos grises. Me imaginé toda una relación con él, desde como se quedarían mis amigas cuando supieran que estaba con semejante preciosidad, o como yo le enseñaría español y él a mí su idioma (que perfectamente podía ser castellano, pero en ese caso no tendría ningún sentido esta parte de la fantasía), como se quedarían los chicos que me llamaban cabezona en clase al verme pasear de la mano con el sueño de cualquier chica. Ni me había fijado en los rasgos de su cara, aparte de que tenía los ojos grises, pero sabía que era hermoso. Y me miraba a mí.
Pero después de salir del McDonald's, y mirarle por última vez con una especie de tristeza y rabia por la posibilidad ínfima de volver a encontrármelo en una ciudad como Londres y reconocerlo, acabó todo. Al menos durante unos diez años. Ahí nuestros caminos se volvieron a cruzar. Encontré al amor de mi vida, con el que me acabé casando. Me enamoré del amigo del chico de los ojos grises.

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