Presa
Lo encontraron con mordiscos en las piernas y brazos, un agujero del tamaño del puño donde antes estaba el ombligo, que dejaba entrever la hierba que había debajo. No tenía rastro de piel en la espalda.Le habían arrancado los ojos de las cuencas y puesto dentro de la boca abierta, que desprendía un olor nauseabundo. Pero lo que más impresión le daba a Ilyssia era, sin duda, los desgarros hechos en la comisura de los labios con algún filo muy fino, que le daba al rostro hinchado por la muerte una sonrisa roja aterradora.
Su madre Skylar le tapó los ojos con una mano mientras se tragaba los sollozos, pero era demasiado tarde, ya lo había visto todo. Sintió como el pecho de la mujer subía y baja descontrolado, de una manera tan exagerada que le molestó. Aguantó unos instantes en sus brazos, lo suficiente para que no se sintiera mal, y se deshizo de la mano que no la dejaba ver. Le dio unas palmaditas en el hombro a Skylar y subió a su habitación.
La desaparición de su tío había conmocionado a toda la población, y encontrar su cuerpo a la entrada del bosque, sentado con las piernas cruzadas y los brazos en una posición innatural señalando un mensaje escrito con su sangre, acabó de desanimarlos. La aldea estaba sumida en un luto permanente. Skylar había ordenado ver el cuerpo, pero ahora parecía arrepentirse de ello. En el centro de la villa aún podía leerse la palabra ‘presa’ de un granate opaco, por más que intentaran borrarla.
Ilyssia encendió la radio y se dispuso a quitarse las plumas que le salían de la espalda. Por más que lo intentaba, no conseguía que dejaran de crecer. Le había preguntado miles de veces a su madre por qué tenía que hacerlo, pero lo único que conseguía era que la mirara con tristeza y culpa durante un rato interminable, para girarse y alejarse de ella después.
Llegaría tarde a sus tareas con la aldea, pero no le importaba. La comprenderían, acababa de ver el cuerpo del hermano de su padre. Lo que ellos no sabían era que le había tenido menos afecto a Crimion que a cualquier desconocido aleatorio. Era un sujeto valiente, sin duda, pero arrogante, prepotente y violento. A Ilyssia la trataba con cortesía cuando estaban sus padres delante, pero si no era así el hombre la trataba a insultos y expresiones obscenas, palabras llenas de odio y alcohol. Skylar le tenía un extraño cariño que ella no entendía, así que decidió guardarse todos sus comentarios sobre cuanto se alegraba de su muerte.
En la radio solo se oía un canal, el último que quedaba después de que se adueñaran del planeta. Era una voz monótona que informaba de las colonias humanas que aún quedaban en Estados Unidos, los nombres que se le habían dado a las especies que habían contribuído a acabar con dos tercios de la población mundial, que los supervivientes consiguieron capturar y examinar entre comillas, y como defenderse de ellas. Luego, cada una hora, una voz tranquilizadora muy típica de las videntes que leían el futuro a la gente por teléfono cuando aún estaban operativas las centrales telefónicas, daba ánimos a los oyentes, prometiéndoles tiempos mejores que nunca llegaban.
Skylar entró a su cuarto y la miró con cariño. Tenía los ojos enrojecidos y la nariz hinchada. Aún así, sonrió, cerró la puerta tras ella y la ayudó a arrancarse las plumas.
Era doloroso, como sacarse púas. Siempre salían manchadas de sangre. Eran blancas y finas en su mayoria, aunque algunas brillaban con un deje dorado. Se preguntó si Skylar también lo hacía en su cuarto, sola. Ilyssia estaba segura que era algo que debía ser ocultado al resto de la aldea, aunque no entendía por qué. Aún así, tenía mucho cuidado de no hablar de sus anomalías con los otros niños. Solo Skylar había visto sus plumas. Ella le había dicho que era mejor que nadie lo supiera, porque a lo mejor la tachaban de rara. La niña no lo comprendía, pero no era tan tonta como para arriesgarse a que los chiquillos la odiaran.
- También voy a tener que teñirte pronto - le dijo observándole el pelo. Era extremadamente grueso comparado con el de la gente de la villa, y Skylar tenía que estar constantemente tinturándolo para que no se viera del color plateado de Ilyssia. Cuando le preguntaba por qué tenía que llevarlo negro como el carbón su madre le dijo que los niños la envidiarían de una manera nada sana si su melena hasta la cintura fuera de tan llamativa. Le olía a mentira cada vez que lo mencionaba.
- ¿Puedo salir a jugar con los demás? - preguntó, cuando solo le quedaban unos cuantas erupciones blancas poco importantes. Skylar la miró unos instantes antes de asentir con la cabeza.
Ya en la calle no se dirigió a la plaza como se suponía que haría, si no que anduvo deslizando los pies por la carretera hasta donde empezaba el bosque. Los árboles se alzaban majestuosos, pintando el cielo de colores rojizos. El suelo estaba salpicado de hojas caídas que auguraban el otoño que se acercaba. Sintió un impulso de echar a correr al interior del bosque y perderse allí, pero enseguida recordó que todos los que se acercaban mucho a los árboles acababan de maneras similares o peores que el tío Crimion. Se preguntó cómo serían aquellos monstruos que nadie había visto.
Se sentó en la calle de alquitrán que antes había sido una gran avenida, con las piernas cruzadas mirando los arces rosados. El murmullo de las hojas bailando al son del viento le daba una extraña sensación de calma. Intentó ver a través de la maleza, sin conseguirlo. Justo después, sonaron voces.
Venían de todas partes. Eran parte de la brisa, le envolvían las palabras que parecían cánticos. A lo mejor solo se las imaginaba. Al principio, los versos no tenían sentido, hasta que se concentró y los entendió, como un idioma que antaño sabía pero que se le había olvidado.
Sintió un punzante dolor en la espalda, pies y manos, tanto que tuvo que cerrar los ojos y morderse el labio para no gritar. La canción sonaba cada vez más alta, hasta volverse ensordecedora. Se dio cuenta que era una conversación.
- La siento, debe estar cerca - decía alguien con voz más suave que un suspiro.
- No parece muy fuerte. Debería ya estar formada para la edad que tiene. Ni siquiera le han salido las alas.
- Si le hubieran salido ya estaría degollada. Su madre debe de haber hecho algo - murmuró alguien, con una voz familiar.
¿Por qué? Preguntó Illysia. No le hacía falta preguntar a quién se referían. En el fondo, siempre había sabido que no era como los otros niños. Había visto el miedo en los ojos de su madre cada vez que le cortaba las uñas, de un color grisáceo y tan duras como la madera. Le daba igual que le hicieran aquellos monstruos, solo quería responder a sus preguntas. ¿Por qué? ¿Por qué mataban a los hombres?
Las voces la escucharon.
- ¿Por qué? ¿Acaso no has visto lo que han hecho los humanos a todo el planeta? - siseó alguien - Acabaron con miles de especies para beneficiarse ellos. No les gusta tanto ser ellos las presas, ¿no? - soltó una carcajada amarga.
- Ahora ya no están arriba de la cadena alimenticia. Como los monos evolucionaron, otras especies lo han hecho también, incluso llegando a superar a los homo sapiens. Es hora de que sepan que se siente que les quiten sus hogares y los cacen para hacer alfombras.
No consiguió escuchar nada más, el dolor se hizo insoportable. Gimió de una manera que casi parecían graznidos. Sintió como las plumas le brotaban a una velocidad increíble de la espalda. Saboreó la sangre en la boca cuando se rompió el labio de tanto apretarlo. Las uñas le crecieron de manera descontrolada, hasta ser garras. Cuando abrió los ojos, era más un águila que una persona. Unas alas que la hacían ver tres veces más grande de lo habitual le salían de los lados. El tinte de su pelo se había derretido dejándola con su color plata natural.
Fue entonces cuando sintió la saeta clavándose entre los omóplatos. Antes de sentir de caer como un muñeco de trapo a la calle, Ilyssia vio de reojo como su madre lloriqueaba a unos metros de ella, con la ballesta en los brazos. Skylar sollozó y se disculpó entre jadeos desquiciados.
Pero aún cuando había cerrado los ojos, tenía la extraña sensación de que los seres medio pájaros del bosque rojo habían salidos de sus lindes y se acercaron a Skylar. Su último pensamiento fue pena por el destino de su madre.
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